por: Arql. Lizardo Tavera Vega
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La palabra Paracas, vocablo quechua que nombra a los vientos huracanados que acarrean arena, evoca a dos símbolos de lo único y bello que hay en el Perú y el mundo, uno de origen natural: la península de Paracas y otro de origen humano: los inigualados tejidos (mantos) de la cultura Paracas.
La península de Paracas es un accidente geográfico de inigualable belleza que conjuga una imagen desértica de impresionantes figuras pétreas con la abundancia de especies de aves, mamíferos marinos y peces. Por esta singular característica está protegida por el estado peruano que la ha declarado "Reserva Nacional" para preservar su riqueza natural y cultural.
El sabio Julio C. Tello, padre de la arqueología peruana, emprende en 1925 una expedición científica al sur del Perú deteniéndose en la península de Paracas donde descubre dos cementerios con importantes restos arqueológicos. En uno de ellos las tumbas tienen una entrada cilíndrica y larga como el pico de una botella que conducía a una cámara subterránea ("caverna"), el otro tiene las tumbas como amplios cuartos subterráneos ("necrópolis"). Tello descubrió que las tumbas en forma de botella (cavernas) eran más antiguas que las tumbas en forma de cuarto (necrópolis), y determinó que ambos pertenecían a dos momentos distintos de la cultura Paracas que bautizó como Paracas Cavernas y Paracas Necrópolis.
Los Paracas ocuparon los valles costeros del sur del Perú desde Chincha hasta Nazca, desde el año 800 hasta el 150 d.C. aproximadamente. Cada uno de los valles y regiones ocupados por ellos tienen su propia cronología, pero que se ajustan con la cronología general antes mencionada. Como ya se mencionó Tello divide la historia de Paracas en dos grandes momentos, Paracas Cavernas (800 a.C. a 200 a.C.) y Paracas Necrópolis (200 a.C. a 150 d.C.)
En ambos cementerios las tumbas contienen muchos entierros en forma de bultos, fardos o paquetes, por lo que Tello los bautizó como "fardos funerarios", los que contienen a un cadáver en posición sentado envuelto en muchas capas de telas, algunas bordadas con bellísimos diseños y otras simples, hasta formar un gran bulto.
La gran cantidad de telas y ofrendas que forman el fardo funerario es el resultado de un largo rito de culto y respeto hacia los antepasados y la vida después de la muerte en la que creían los antiguos Paracas. Los ritos de culto a los ancestros consistían en "vestir" periódicamente al fardo funerario y ofrendarle con nuevos objetos. No se sabe por cuanto tiempo eran adorados los fardos funerarios pero no debió ser más de una generación, aunque algunos fardos parecen haber sido adorados durante varias generaciones. Las telas colocadas como ofrendas eran las más finas que se pudieron tejer y algunas eran confeccionadas expresamente para ser usadas en el rito funerario. Finalmente el fardo era llevado a su tumba donde era colocado junto a los de su propia generación, a otros que lo precedieron y en espera de los que vendrán.
Desde que Tello los descubrió, lo que más le llamó la atención fue su belleza, variedad de colores y complejidad de la técnica con que fueron confeccionados estos mantos y telas. Por eso, durante muchos años, la cultura Paracas fue conocida y asociada exclusivamente a sus textiles.
Pero en la península de Paracas no están los restos de las ciudades donde vivieron los expertos tejedores o los magníficos señores y señoras que las usaron. Los Paracas construyeron su civilización en los vecinos valles de Pisco, Chincha, Ica, Palpa y Nazca, y viajaron hasta la península para enterrarse. En el valle de Chincha los Paracas construyeron unas de las principales manifestaciones de su urbanismo, expresadas en conjuntos de pirámides (como Soto y San Pablo), algunas tan grandes como Santa Rosa (430 metros de largo por 170 metros de ancho y 25 metros de altura) y extensas aldeas como Pampa del Gentil.
Las tumbas del período Paracas Cavernas se construyeron en Cerro Colorado (800 a 200 a.C.) y son una cavidad excavada en el subsuelo a una profundidad de 6 a 7 metros a donde se accede por un pozo vertical. En su interior se depositaron numerosos fardo funerarios. Por ejemplo la tumba V, excavada por Tello, contenía 55 fardos. Los tejidos de Paracas Cavernas son telas llanas sobre las que se pintó a seres sobrenaturales.
Estos antiguos tejedores usaron hilos de algodón blanco, algodón pardo, lana de camélidos (llama, alpaca, vicuña) y en algunos casos especiales, pelo humano. Uno de estos personajes sobrenaturales, el más importantes del panteón Paracas Cavernas, es el "ser oculado", llamado así por sus ojos exageradamente grandes y sin párpados. La cerámica de los Paracas Caverna es muy colorida y se caracteriza por estar decorada con dibujos de seres sobrenaturales, en especial, el "felino volador". Usaron los colores verde, amarillo, rojo y negro.
En 1927 Tello excavó en la falda del Cerro Colorado más de 400 fardos funerarios orientados de tal manera que parecían mirar hacia el mar y la bahía de Paracas. Tello la bautizó como la Necrópolis de Wari kayan, correspondiente al periodo llamado Paracas Necrópolis (200 a.C. a 150 d.C.). Los mantos multicolores bordados con figuras de seres mitológicos que han hecho famosos a los Paracas, provienen de la necrópolis de Wari Kayan.
Los mantos son grandes paños de tela de algodón rodeados por una guardilla rematada con flecos y decorada con diseños bordados. Al centro, ordenados como fichas en un tablero de ajedrez, la figura principal, también bordada, de un ser mitológico repetido muchas veces, pero con variantes de orientación y combinación de colores. Los diseños los bordaron con aguja con hilos de algodón y lana, usando como técnica el "punto de ojal". Los investigadores han identificado el uso de 7 colores artificiales, además de los colores blanco y pardo, que son colores naturales del algodón peruano. Para obtener el color rojo, usaron la "cochinilla" (Cocus cacti), y para los azules el índigo.
La iconografía Paracas Necrópolis es prolífica en motivos, pero resalta un ser en especial, que combina un aspecto de ser humano con características de ave y felino, el que suele ser representado en actitud de volar.
Los Paracas se vistieron a la altura de sus habilidades. Como prenda interior usaron la wara, el uncu o la esclavina para cubrir el cuerpo, el llauto o la ñañaca para cubrir la cabeza, y el fabuloso manto, para cubrirlo todo. Como complemento, finas joyas como narigueras, aretes, collares, abanicos de plumas y cetros de madera.
La península de Paracas alberga también símbolos de otros tiempos, como esta extraña figura llamada el "candelabro". Se desconoce quién o cuando la hicieron. Unos dicen que piratas o corsarios del siglo XVII, otros, que fue una señal dejada por la expedición libertadora de San Martín, durante la gesta de la emancipación americana de España en el siglo XIX.
Como hace milenios, Paracas sigue atrayendo a los visitantes de lejanas tierras, pero esta vez vienen de paso, a compartir la belleza del lugar con los que un día llegaron, para no irse nunca más.
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